jueves, 24 de abril de 2014

TEXTO: PLATÓN, PROTÁGORAS, 313a

TEXTO: PLATÓN, PROTÁGORAS, 313a
– ¿No es cierto, Hipócrates, que el sofista es una especie de comerciante o traficante de
mercancías de las que se alimenta el alma? Al menos, a mí eso me parece.
– ¿Pero de qué se alimenta el alma, Sócrates?
– De las enseñanzas, indudablemente, –repuse–. De modo que, amigo mío, no nos vaya a
engañar el sofista, alabando lo que vende, como los que venden alimentos del cuerpo, los
comerciante y traficantes. Porque éstos negocian con mercancías, de las que ni ellos mismos
saben cuál es provechosa o perjudicial para el cuerpo (pues, al venderlas, las alaban todas), ni
lo saben los que se las compran, a no ser que alguno sea, por casualidad, maestro de gimnasia
o médico. Así también, los que llevan las enseñanzas por las ciudades, vendiéndolas y
traficando con ellas, ante quien siempre está dispuesto a comprar, alaban todo lo que venden.
Mas, probablemente, algunos de éstos, querido amigo, desconocen qué, de lo que venden, es
provechoso o perjudicial para el alma; y lo mismo cabe decir de los que les compran, a no ser
que alguno sea también, por casualidad, médico del alma.

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