jueves, 24 de abril de 2014

TEXTO: DISCURSO DE PERICLES A LOS ATENIENSES

TEXTO: DISCURSO DE PERICLES A LOS ATENIENSES

 (Tucídides: «Oración Fúnebre de Pericles», Historia de la Guerra del Peloponeso, II,40)

Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino
que más somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su nombre es
democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de
acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos
en las disensiones privadas.(...)
Y nos regimos liberalmente no sólo en lo relativo a los negocios públicos, sino
también en lo que se refiere a las sospechas recíprocas sobre la vida diaria, no
tomando a mal al prójimo que obre según su gusto, ni poniendo rostros llenos de
reproche, que no son un castigo, pero si penosos de ver. Y al tiempo que no nos
estorbamos en las relaciones privadas, no infringimos la ley en los asuntos
públicos, más que nada por un temor respetuoso, ya que obedecemos a los que en
cada ocasión desempeñan las magistraturas y a las leyes, y de entre ellas, sobre
todo a las que están legisladas en beneficio de los que sufren la injusticia, y a las
que por su calidad de leyes no escritas, traen una vergüenza manifiesta al que las
incumple. Y además nos hemos procurado muchos recreos del espíritu, pues
tenemos juegos y sacrificios anuales y hermosas casas particulares, cosas cuyo
disfrute diario aleja las preocupaciones; y a causa del gran número de habitantes
de la ciudad, entran en ella las riquezas de toda la tierra, y así sucede que la utilidad
que obtenemos de los bienes que se producen en nuestro país no es menos real
que la que obtenemos de los demás pueblos.
En lo relativo a la guerra diferimos de nuestros enemigos en lo siguiente: tenemos
la ciudad abierta a todos y nunca impedimos a nadie, expulsando a los extranjeros,
que la visite o contemple pues confiamos no tanto en los preparativos y
estratagemas como en nuestro vigor de alma en la acción.(...) por estos motivos y
por otros es aún nuestra ciudad digna de admiración.(...)
Pues amamos la belleza con poco gasto y la sabiduría sin relajación; y utilizamos
la riqueza como medio para la acción más que como motivo de jactancia, y no es
vergonzoso entre nosotros confesar la pobreza, sino que lo es más el no huirla de
hecho. Por otra parte, nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los
públicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública;
pues somos los únicos que consideramos no hombre pacifico, sino inútil, al que
nada participa en ella, y además, o nos formamos un juicio propio o al menos
estudiamos con exactitud los negocios públicos, no considerando las palabras
daño para la acción, sino mayor daño el no enterarse previamente mediante la
palabra antes de poner en obra lo que es preciso. Pues tenemos también en alto
grado esta peculiaridad: ser los más audaces y reflexionar además sobre lo que
emprendemos; mientras que a los otros la ignorancia les da osadía, y la reflexión,
demora. Sería justo, por el contrario, considerar como los de ánimo más esforzado
a aquellos que mejor conocen las cosas terribles y las agradables, y que no por
ello rehuyen los peligros. Y en cuanto a nobleza de conducta, diferimos de la
mayoría en que no adquirimos amigos recibiendo beneficios, sino haciéndolos.(...)
Y somos los únicos que sin poner reparos hacemos beneficios no tanto por
cálculo de la conveniencia como por la confianza que da la libertad.
En resumen, afirmo que la ciudad entera es la escuela de Grecia, y creo que
cualquier ateniense puede lograr una personalidad completa en los más distintos
aspectos y dotada de la mayor flexibilidad, y al mismo tiempo el encanto
personal.(...) Fue por una ciudad así por la que murieron éstos, considerando justo,
con toda nobleza, que no les fuera arrebatada, y por la que todos los que
quedamos es natural que queramos sufrir penalidades.
Por estas razones me he extendido en lo relativo a la ciudad, mostrándoos que no
luchamos por una cosa igual nosotros y los que no poseen a su vez nada de esto,
y demostrando con pruebas la verdad del elogio de aquellos en cuyo honor hablo
ahora.

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